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Matías Larramendi Salvat
Hay una metáfora que condensa con precisión el lugar que ocupa la obra de Osvaldo Lamborghini en la literatura argentina: si esta fuera una casa, sus textos habitarían "una cajita que está puesta en la alacena en el sótano", "una cajita de cartón, pequeña, con la superficie llena de polvo" que, si uno abre, lo que encuentra "en su interior es el infierno" (29). La cita pertenece a Roberto Bolaño y es recogida de "Entre paréntesis." Aquí, en una breve reflexión, el escritor chileno asegura que la intención de Lamborghini era la de "destruir la literatura" (29). Habría que interrogar, pues, cómo lleva adelante su crimen. Para comenzar a deslizarse por las derivas tentaculares del monstruo lamborghiniano, por las protuberancias textuales que asoman la cajita, es necesario apuntar que los trabajos del "perverso profesional", como lo describía Ricardo Piglia, se redujeron a tres solitarias publicaciones: "El fiord" (1969), "Sebregondi retrocede" (1973) y "Poemas" (1980). La tríada tuvo, durante la vida del autor (19401985), una circulación casi que secreta. En la introducción de "Y todo el resto es literatura," Juan Pablo Dabove y Natalia Brizuela aseguran que a Lamborghini "no se lo lee ni siquiera en la Argentina" y "las lecturas críticas sobre su obra son, aún hoy (y por más que la situación esté cambiando), más bien escuetas y dispersas [...]" (15).
