En el presente artículo nos aproximamos a la obra de Francisco de Goya y Lucientes como paradigma de fantasticidad. Planteamos el arte fantástico como categoría estética –no como un género artístico– en la que la irrupción de lo imposible en el mundo “diegético” presentado por la obra artística implica una fricción ominosa. Una irrupción disruptiva en tanto que cuestionamiento de la realidad “extradiegética” o referencial, del yo y la racionalidad, tal como propone David Roas en su definición de lo fantástico. Examinadas mediante el prisma de la teoría de lo fantástico aplicada a las artes visuales, muchas de las estampas y pinturas de Goya se erigen en ejemplos del escándalo que supone la ruptura respecto a lo real impuesto por las convenciones racionalistas y mecanicistas de la Ilustración. Siendo uno de los primeros artistas en prescindir claramente del pretexto literario para conformar imágenes fantásticas, su particular visión de lo Otro –de lo imposible, de lo aberrante y disonante respecto al respetable y tranquilizador régimen de “normalidad”– redunda en un nuevo aspecto desde el que defender su posición como indiscutible iniciador del arte moderno, ya que los imaginarios fantásticos, en sintonía con el pensamiento contemporáneo inaugurado entre los siglos xviii y xix, se caracterizan por una mirada crítica e inconformista hacia el mundo y sus moradores.