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En la segunda mitad del XIX y comienzos del XX abundaron personajes celestinescos en el teatro popular español, que comprende obras desde el sainete hasta el género chico. Estos personajes se llamaban directamente Celestina y eran prototipos inmediatamente identificados por el público, una gran ventaja para un teatro breve que no permitía desarrollar los personajes en escena. La frecuencia y persistencia del personaje celestinesco se explica también por la flexibilidad intrínseca de este prototipo, que servía tato de una pincelada cómica como para una crítica social de la prostitución regulada en los nuevos burdeles.
