El teatro pone en evidencia las vicisitudes del hombre de hoy, sumergido en sus contradicciones y en su desamparo, producidos por una sociedad que cambia vertiginosamente. Por ese motivo se han multiplicado las escrituras que aparecen fragmentadas y los protagonistas desdibujados, a los que Sarrazac llama impersonajes, un todo que da lugar a una estética de la hibridez.Los autores de Dínamo presentan un desorden organizado, subrayan lo discontinuo y la visión de una totalidad perdida, se produce así un teatro que pierde su rigidez y da lugar a otros recursos. Claudio Tolcachir, Melisa Hermida y Lautaro Perotti, reúnen en un mismo espacio a tres actrices que interpretan simultáneamente tres obras distintas. Se trabaja más con el cuerpo que con la palabra, de modo que no hay textos ni diálogos, solamente soliloquios y lenguaje corporal. Cada personaje sobrelleva en soledad, un inmenso desamparo, acentuado por la incomunicación. Una obra que debe decodificarse y completarse, ineludiblemente, con la valiosa percepción de un espectador sensible.