Los espacios liminales simbolizan la transición entre dos estados diferenciados. Como propuesta de definición y descripción de lo liminal en el espacio dramático, en este ensayo se analiza su construcción en La tumba de Antígona, de María Zambrano; Le retour de Carola Neher, de Jorge Semprún; ¡Ay, Carmela!, de José Sanchis Sinisterra; y Los niños perdidos, de Laila Ripoll. En estas obras se construyen espacios liminales –tumbas, cementerios, lugares abandonados, escenarios– en los que los fantasmas de la memoria toman cuerpo y se incita al público a asumir el deber de memoria e indagar en la identidad colectiva.