Badajoz, España
En 2004 se expuso en la Casa de América de Madrid la muestra titulada “El mundo perdido de los Oparvorulos”, nacida de la imaginación del artista plástico madrileño Enrique Cavestany. Los objetos exhibidos en las vitrinas de esta institución surgieron de una experiencia onírica del pintor para representar una civilización perdida que tenía su cultura material pero carecía de lengua propia. Por encargo del propio Cavestany asumí el reto de inventar un sistema lingüístico en sus niveles fonético-fonológico, morfosintáctico y léxico-semántico. Tal desafío comenzó como un ejercicio lúdico que poco a poco se convirtió en una tarea laboriosa para la que fue preciso combinar elementos tomados de diferentes lenguas a partir de una demarcación geográfica inventada también por el artista. La inspiración se buscó en el tronco lingüístico austro-asiático, localizado entre las lenguas papúes de Nueva Guinea, las lenguas australianas y las lenguas sino-tibetanas. El resultado fue un verdadero cóctel salpicado de elementos lingüísticos pretendidamente verosímiles, con la idea de que el sistema creado pareciese real, las palabras mostraran coherencia en cuanto a los procedimientos de formación inventados (por eclecticismo a partir de formas existentes en otras lenguas) y, sobre todo, pudieran transmitir los necesarios ingredientes de ironía y humor sugeridos por el artista. Así nació la lengua úpavny, que dio voz a todo un universo de seres y objetos ficticios.
In 2004, the exhibition entitled "El mundo perdido de los Oparvorulos" (The Lost World of the Oparvorulos), born from the imagination of the Madrid artist Enrique Cavestany, was put on display at the Casa de América in Madrid. The objects exhibited in the display cabinets of this institution arose from an oneiric experience of the painter and were intended to depict a lost civilization that had its material culture but lacked its own language. At Cavestany's request, I took on the challenge of inventing a linguistic system at the phonetic-phonological, morphosyntactic and lexical-semantic levels. Such a challenge began as a playful exercise that, little by little, became a laborious task for which I had to combine elements taken from various languages based on a geographical demarcation also invented by the artist. I sought inspiration in the Austro-Asiatic linguistic stock, somewhere between the Papuan languages of New Guinea, Australian languages and Sino-Tibetan languages. The result was a cocktail of supposedly plausible linguistic elements, to the point that the system created would appear to be real, the words would display a level of coherence in terms of their invented formation procedures (through the eclectic use of existing forms in other languages) and, above all, they would transmit the necessary ingredients of irony and humour suggested by the artist. Thus was born the úpavnylanguage, which gave voice to an entire universe of fictitious beings and objects.